Nada cambia de un año a otro: el Día Internacional de las Personas Mayores, la misma historia

Un año más llegamos al Día Internacional de las Personas con Edad, y muchos de los problemas estructurales que afectan a las personas mayores permanecen intactos. Desde el edadismo hasta la falta de avances en geriatría y cuidados, hay una constante: no se ha hecho lo suficiente. Veamos:

Avances en el edadismo, pero no lo suficiente

Es cierto que hemos hecho algunos progresos en la lucha contra el edadismo, ese conjunto de prejuicios y estereotipos negativos hacia las personas mayores. Hoy en día, existe mayor conciencia en torno a la discriminación por edad, y en algunos sectores, como el laboral (talento senior) o el publicitario, se empiezan a ver estrategias y campañas más inclusivas que parecen valorar la experiencia y la capacidad de las personas mayores.

Sin embargo, esto no es suficiente. Aunque las leyes y políticas empiezan a incorporar el discurso de la no discriminación por edad, en la práctica, los mayores siguen siendo marginados, a veces sutilmente. Son considerados menos «útiles» o «productivos», y su experiencia es, casi siempre, infravalorada. La representación de las personas mayores en los medios de comunicación sigue siendo estereotipada, con imágenes que oscilan entre la dependencia y la inutilidad (aún más en la mujer mayor, cuya única preocupación es la croqueta), ignorando por completo su diversidad y capacidades.

Un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2021 revela que una de cada dos personas en el mundo tiene actitudes edadistas hacia los mayores. Este problema no solo reduce las oportunidades de empleo para los mayores de 50 años, sino que impacta negativamente en su salud mental y física. Para cambiar esto, se necesita más que concienciación: se requiere una transformación real en las estructuras laborales, en los sistemas de salud y en la manera en que entendemos la longevidad. Un cambio que, claramente, todavía está por llegar.

Empatía digital: un reto que sigue ignorado

En el mundo cada vez más digitalizado en el que vivimos, la empatía digital es una asignatura pendiente, especialmente para las personas mayores de 70 años. La transformación tecnológica ha traído consigo enormes ventajas (desde la telemedicina hasta la democratización de contenidos y entretenimiento), pero también ha generado una nueva brecha: la brecha digital que afecta a quienes no han crecido con las nuevas tecnologías.

Mientras la mayoría de nosotros navegamos sin dificultad por aplicaciones móviles y gestionamos nuestras vidas con un smartphone en la mano, para una gran parte de la población mayor estas herramientas son inaccesibles. Un estudio reciente de Age UK (2023) señala que el 40% de las personas mayores de 75 años en el Reino Unido nunca ha usado Internet. No hay empatía, ni siquiera ética, para facilitar el acceso a procesos amigables que permitan a los mayores adaptarse sin sentir la presión de la exclusión.

Muchas entidades, tanto públicas como privadas, no se molestan en ofrecer alternativas para quienes no están familiarizados con la tecnología. Y lo más preocupante es que no se percibe un esfuerzo real por cambiar esto. No hay facilidades, no hay educación digital adaptada, y se sigue esperando que todo el mundo se suba  (a la fuerza) al tren tecnológico sin ninguna consideración por aquellos que tienen más dificultades para hacerlo.

Geriatría y cuidados: una promesa incumplida tras la pandemia

El sistema geriátrico y de cuidados, que prometió cambios tras la pandemia del COVID-19, sigue mostrando grandes deficiencias. También las administraciones prometieron mejoras, aún por llegar. Las costuras están reventadas o reventando y lo peor está por venir (pura demografía). En muchas ocasiones, la situación se ha agravado, y las residencias y sistemas de salud parecen estar atrapados en un mismo ciclo: promesas de mejora que nunca se materializan.

Uno de los mayores problemas es la falta de interoperabilidad entre el sistema de cuidados y el sistema de salud. Según un informe del Ministerio de Derechos Sociales y Agenda 2030 de España (2022), la falta de coordinación entre ambos sistemas sigue siendo un obstáculo grave para ofrecer cuidados integrales a las personas mayores. Las residencias siguen siendo espacios desfasados, desconectados de los avances en el cuidado integral de las personas mayores. Algo no va bien cuando solo el 0,35% de las personas entrevistadas en nuestro estudio con Onlygal desean pasar sus últimos días en un centro geriátrico.

Desajuste entre oferta y demanda: una crisis latente

Por otro lado, hay un desajuste evidente entre la oferta y la demanda de plazas en residencias. A pesar de que cada vez hay más personas mayores que necesitan cuidados, la oferta de servicios de calidad no está creciendo al mismo ritmo. Un análisis de CEAPs (Círculo Empresarial de Atención a las Personas) indica que faltan al menos 65.000 plazas residenciales en España para cubrir la demanda actual, y esto genera un efecto perverso: muchas residencias no se esmeran en mejorar sus instalaciones y servicios, ya que la demanda excede con creces su capacidad. Esmerarse es un sobreesfuerzo.

El problema económico también es crítico. La pensión media en España en 2024 ronda los 1.300 euros, mientras que el coste medio de una residencia es de aproximadamente 2.000 euros mensuales, según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Las familias se ven obligadas a hacer sacrificios enormes para cubrir estos costos o a asumir la carga del cuidado de sus mayores, lo que genera tensiones en un sistema que no ofrece soluciones accesibles para todos.

Profesionalización del sector: una urgencia inaplazable

Finalmente, el sector de los cuidados está en crisis no solo por falta de infraestructuras, sino por la falta de profesionales capacitados. Según el Consejo General de Enfermería, en España se necesitarían al menos 30.000 enfermeros geriátricos para cubrir la demanda actual, pero estamos muy lejos de alcanzar esa cifra.

Además, la mayoría de los cuidadores no tienen formación específica y se enfrentan a tareas extremadamente complejas sin el apoyo adecuado. En muchas residencias, los cuidadores «pasan de la escobilla del WC a limpiar las escaras de una persona mayor». Hay una falta enorme de gerocultores y enfermeros especializados, lo que está afectando gravemente a la calidad de los cuidados que reciben las personas mayores.

En definitiva, cada 1 de octubre conmemoramos el Día Internacional de las Personas de Edad, y cada año nos enfrentamos a los mismos retos. El año que viene haré un artículo como este. Es hora de pasar de las palabras a los hechos. El envejecimiento de la población no puede seguir siendo ignorado o tratado como un problema secundario. Las personas mayores merecen mucho más que discursos: necesitan soluciones concretas y acciones que realmente cambien sus vidas. Y no es cuestión de mayores, afecta a toda la sociedad.

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